COLECTIVO MR

MR | BODEGONES URBANOS

La figura de Sanchéz Cotán siempre nos había interesado por las dosis de enigma, de lagunas irresueltas, del redescubrimiento y valoración  reciente, de su alternancia entre una vida civil que finaliza religiosa, en una cartuja, hasta su arte, sobre todo por sus misteriosos y pulcros  Bodegones que, aunque valorados en su época, no conocieron la fama internacional hasta la exposición del Museo del Prado en 1935. También su corto número, 9,  de los cuales sólo se conocen 7, nos hacía fantasear e imaginar donde estarían los otros dos, si serían hallados  en una colección secreta o desaparecieron  en un incendio. Así, adictos a la historia ficción,  nos propusimos la tarea de completar la obra del gran Sánchez Cotán, incorporando los dos faltantes con nuestras fotografías…

Por esas mismas fechas, sorprendidos por los índices de miseria y de personas sin hogar que nos encontrábamos  en Buenos Aires, estábamos haciendo una serie, también inconclusa, que ya llamábamos:“Bodegones urbanos”, son fotografías tomadas en las calles de bolsas, paquetes, ropas usadas y restos de comida que los “sincasa” dejaban en los portales de las tiendas, bancos,  puertas y vitrinas de comercios, para marcar territorio, para indicar que ese portal era suyo y que ese sería su hogar para pasar, de manera precaria e inhumana, la inminente noche. Sorpresivamente los marcos de los escaparates de las tiendas, tenían mucho que ver con los límites de las alacenas pintadas por Cotán donde él encuadraba sus bodegones y al mismo tiempo esos objetos señaladores de propiedades efímeras que dejaban los vagabundos porteños, esas bolsas llenas de objetos absurdos, esas telas sucias y malolientes, esas botellas de plástico rellenadas con agua de las fuentes…tenían mucho que ver en su disposición espacial con los objetos representados como  frutas, verduras, flores y pájaros  que protagonizaban los bodegones del cartujo.

Esta coincidencia que se establecía con más de 4 siglos de diferencia entre los bodegones de Sánchez Cotan y nuestra serie-denuncia  contra la miseria y el abandono de las políticas sociales para los menos favorecidos, tenía una extraña coherencia que hacía que nos planteáramos la posibilidad de ir mas cerca en esa relación, de estrechar la distancia entre el cartujo y nosotros, de conseguir una continuidad artística por encima de los siglos, de aproximar nuestras posturas estéticas y confluir juntos en una perfección formal, ya dada por el maestro, con el añadido de una denuncia social que es obligatoria en nuestro trabajo..

¿Como íbamos a lograr ese viaje alucinante a través de la Historia del Arte? La primera premisa era ver como sustituiríamos las frutas, verduras y flores por los objetos habituales de uso de los “sincasa”, así decidimos adquirir esos objetos, que por sus características, forma y color, nos parecían adecuados para nuestros propósitos, a los propios habitantes callejeros. Decidimos no filmar o documentar esta transacción porque no queríamos añadir nada posiblemente tendencioso o publicitario a la pretendida pureza de nuestras fotos (que  tendría que ser la misma o parecida pureza que las de los bodegones del maestro Cotán). Pero estos objetos si deberían mostrar la patina de su uso, el misterio y la diversidad de su procedencia. Los bodegones aparentemente son imágenes donde nada sensacional ocurre, todo aparentemente es irrelevante. Nosotros queríamos introducir un contexto, un relato contemporáneo.

También era muy importante  tener una relación con los bodegones en gamas de color, no copiarlos, pero si mantenerse en una contención cromática que hiciera que las fotos tuvieran la misma cualidad reservada y atemporal que los bodegones.

Realizamos en el estudio una ventana en blanco como la de las alacenas de Cotán y a cada fruta, verdura u objeto de los bodegones barrocos, le dábamos su correspondencia con cada uno de los objetos que habíamos adquirido. Así el cardo blanco  se convirtió en un  fuerte paño granate  utilizado por el vagabundo para aislar su cuerpo del suelo, la perdiz en un canzoncillo rojo desgastado por el uso,  las zanahorias son una bolsa de plástico naranja con una lata y botella de plástico dentro… produciéndose una transición icnográfica y temática de comienzos del siglo XVII a  la segunda década del siglo XXI. Los objetos los fuimos colocando de acuerdo a las  fotos que teníamos de los bodegones  dentro de la ventana en la misma o parecida posición y los iluminamos con un foco y  un flash  para dar  una luminosidad  próxima a los cuadros de Cotán. Nos sorprendió como la luz y el encuadre blanco  aproximaba de una manera increíble los dos mundos.

Hay un fuerte contraste entre la profundidad del espacio que generan los obscuros fondos y la abstracta simplicidad lumínica de la ventana. Estas ventanas son como marcos fotográficos, como escaparates de venta, como enmarcadores de un producto deseable, como antecedentes de los modernos anuncios publicitarios, la misma disposición de los productos, su categorización, su estudio del impacto visual confieren esta característica. Hay un interés también de configurarlos como objetos por encima de lo real, pintados  con una intención de apariencia hiperrealista, pero al mismo tiempo hay un sentimiento de intimidad muy profundo, es como un anunció contemporáneo de ropa interior, es intimo y a la vez muy público.

Ese mismo pretendíamos realizar con nuestras fotografías, pero en este caso la publicidad incluía no sólo la exhibición de  una situación  íntima de personas concretas, los propietarios de los objetos, sino englobarlo en la publicidad de denuncia  de una grave injusticia que se está cometiendo cada vez con mas personas y que  el resto pretende ignorar.