COLECTIVO MR

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MR | De cholos, huellas y privilegios. | Rafael Doctor Roncero

Hace ya casi doscientos años que se inventó la fotografía. La finalidad para la que fue creada era simple y estaba acoplada esencialmente a facilitar la tarea de los estudios de pintores especializados en retratos que tanto abundaban en las grandes ciudades de la vieja Europa. Poseer una imagen de un ser querido, de un personaje o de uno mismo era un lujo que solo la alta burguesía, la aristocracia y los poderes eclesiásticos gozaban. Era la época de los pequeños retratos tallados o pintados en camafeos. Tener un cuadro o una escultura en el que una persona apareciese representada era al mismo tiempo un privilegio que hablaba ya de por si de su posición de superioridad con el resto que no podían disponer de algo similar; y no es que en la historia de la representación humana solo hayan aparecido ricos y poderosos retratados, también han aparecido los pobres, pero jugando un papel que ellos no han elegido, siendo normalmente mirados o interpretados para crear escenas con un valor decorativo. Pensemos en los mendigos pintados por Murillo en el siglo XVII. Estaban allí representados ajenos a su voluntad y formando una imagen pintoresca que en ningún momento afectaba positivamente al representado, convertido en mero elemento ornamental para una clase pudiente capaz de recrearse placenteramente en una perversa estética que la condición del pobre acarreaba.



Como fruto de las investigaciones ópticas y químicas llevadas a cabo a principios del siglo XIX, se consiguió crear un dispositivo que posibilitase que la luz se comprimiese en una lente, que se pudiese proyectar sobre una superficie lisa y finalmente que ésta pudiese ser fijada en ese soporte. Tras muchos años de investigación el proceso da sus resultados al descubrir la volatilidad de las sales de plata en relación a la luz.

A pesar de la sencillez de su planteamiento, de basarse en la reacción de los elementos a la luz observable en el mundo cotidiano, el invento sucedió como un fruto más de la sociedad que en esos momentos nacía en Europa y que se extendería por todos los continentes. Estamos en la primera gran etapa de la revolución industrial y de la implantación de los paradigmas capitalistas como modelo único de evolución en el mundo. Una sociedad como la que ahora nacía necesitaba herramientas ágiles y útiles para llevar a cabo su completa invasión mundial y la fotografía se convirtió en una de ellas. Y es que a pesar del discreto objetivo del invento, rápidamente el mundo, y sobre todo el poder, comprendió la importancia que podría jugar en todo lo que ahora nacía.

Las primeras fotografías fueron experimentos con lugares, paisajes y objetos, pero rápidamente fue el retrato, el origen de su objetivo, el que se impuso como género esencial en este primer gran productor de iconos. A través del daguerrotipo, en un primer momento, y de ambrotipos, ferrotipos, papeles salados o albúminas, el invento se extendió por todo el mundo occidentalizado constituyendo un sinónimo de avance y contemporaneidad. Aunque en un principio el acceso a la fotografía resultaba caro y solo llegaba a los mismos que en un principio encargaban sus retratos en pintura, en poco tiempo, la técnica avanzó e hizo que se abaratasen todos los procesos hasta conseguir cierta democratización en su uso. Cuando esto sucede es cuando la fotografía llega realmente a más estratos de la sociedad cuando el invento toma su verdadera dimensión. A partir de ahora no solo van a ser los más pudientes los que disfruten del privilegio de tener una imagen de si mismos o de sus seres queridos. Con pocas monedas la mayoría de las personas que viven en las ciudades van a poder disponer de su propia fotografía con solo acercarse al estudio o ponerse a disposición de la gran cantidad de fotógrafos ambulantes que empezaron a llegar a todos los rincones donde hubiese gente.

Este proceso democratizador sucede de forma diferente en cada parte del mundo dependiendo del grado de desarrollo económico y en general de su inmersión en el proceso capitalista generalizado. La fotografía es un negocio y ante un negocio que produce beneficios el mundo siempre se adapta sean cuales sean las creencias o las condiciones culturales de las que se parten. Así, la fotografía invade todo y a todos de diferente forma y las costumbres empiezan a cambiar. ¿Cómo era posible que alguien que no era nadie pudiese hoy tener un privilegio que antes solo gozaban los más pudientes? ¿Qué había de importancia en el hecho de ser fotografiado para que todo el mundo quisiese estar ante la cámara? ¿Era una cuestión de permanecer en el tiempo a partir de la representación de este invento o había algo más?

Sin duda había muchas cosas más. Ante la cámara el mundo aparece más desnudo que nunca lo había estado. Ahora ya no hay interpretaciones, ya no hay versiones diferentes ni fantasías válidas, sino la huella de la luz sobre las personas o las cosas formando una imagen en un soporte plano. Y esa huella venía a decir en si misma muchas más cosas de las que en un principio se le había solicitado. La huella era la misma para todos. La luz incidía de la misma forma en todas y cada una de las personas y no ofrecía ningún tipo de distinción. Todo era lo mismo ante la fotografía; los obispos no tenían aureola, ni los reyes eran más altos ni desprendían luz, ni nadie ocupaba un espacio distinto al proporcional que físicamente tenía su cuerpo. La fotografía vino a plantarle cierto pulso a la mentira en la que se ha basado el mundo para hacer que unos dominasen a otros, para estructurar y distinguir, para apartar y controlar. El mundo estaba ante la evidente prueba de que todos los seres humanos eran iguales y no había nada que lo pudiese desmentir. Estamos en la época en la que se están gestando las ideas comunistas que inicialmente partían de entender un mundo más justo, un mundo en el que eso que demostraba la fotografía fuese un hecho social. Llegaron las revoluciones y triunfaron y al poco tiempo traicionaron sus sueños hasta convertirlos en pesadillas. La fotografía seguía ahí y evolucionaba técnicamente pero su absoluta verdad de huella seguía siendo incuestionable.

Ante la diferenciación, las clases dominantes, que no quisieron peder sus distinciones y mucho menos prescindir del invento, lograron adaptar su hegemonía para adaptar la fotografía a su conveniencia. Así, empezaron a pintar las fotografías hasta dar la sensación de que eran pinturas o simplemente siguieron haciéndose sus retratos pintados utilizando a la fotografía solo como herramienta que facilitase la labor de reproducir un rostro. El mundo avanzaba así y si bien había trenes, estos tenían asientos de primera, de segunda, de tercera o de cuarta.

Ricardo Ramón y Marina García Burgos, han formado MR. y han puesto en marcha en esta exposición, Si no existe el mas allá , la injusticia del pobre se prolonga eternamente, un proyecto fotográfico con una estructura muy sencilla. Los elementos están perfectamente definidos, y tanto sus composiciones como sus intenciones son claras. En unos espacios donde las clases altas se relacionan y desarrollan han situado a un grupo de cholos estáticos que nos miran fijamente. Están juntos y hieráticos como estatuas en unos lugares que les son negados, unos espacios en los que no tienen lugar posible y donde no son invitados. En estas escenas los personajes los sentimos como recortados, como si se tratase de un collage mal pegado; parece que los propios habitáculos en los que posan los quisiesen rechazar. Nos está incomodando su presencia y ellos sin embargo no hacen nada, permanecen firmes mirándonos de frente. ¿Nos están preguntando algo? ¿Qué es lo que están haciendo? Sea lo que sea algo está chirriando. Es así como los vemos, pues su presencia de base nos crea una gran contradicción que hace que las intenciones de los artistas afloren directamente.

Estamos en el año 2008, en pleno futuro, en plena época de la ciencia y donde la humanidad llega cada día más lejos. Sin embargo podemos comprender como el mundo ha cambiado poco. al menos en Perú. Una sociedad con una mayoría chola dispone de estos espacios donde aparecen estas personas: espacios de privilegios para unos pocos que buscan símbolos de distinción que los separen lo más posible de aquellos diferentes que suelen ser los que menos tienen, que suelen ser los que son más.

Es la historia de la humanidad que se repite en sus peores capítulos constantemente y que si hoy está aquí reflejada a través de esta serie fotográfica es por el hecho de que hoy en el mundo, hoy en Perú, lejos de avanzar hacia una justicia social que logre reconocer la igualdad de todos ante el espacio, ante el mundo, ante el tiempo que habitamos, parece transitar hacia un mayor distanciamiento.

Ante la fotografía todos ocupamos el mismo espacio. Todos somos los mismos y ante su evidencia de huella no hay contestación posible. Sin embargo sentimos el contraste de estas escenas que no dejan de chirriarnos. Algo pasa que nos desdice esta afirmación científica. Posiblemente es que nuestra mirada está más afectada de lo que podemos creer y si hay contraste es porque sentimos que unos personajes no están en el lugar que les corresponde. La estrategia del juego planteado por MR. está perfectamente lanzada. Sucumbimos a ella pues aunque nuestra razón tienda a desbaratar la mentira, nosotros internamente somos más parte de ella de lo que creíamos que éramos.
Rafael Doctor Roncero