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MR | POUSSIN EN PERÚ
(De cómo la violencia afecta a la naturaleza)
Lo que cuenta en esta exposición no es Poussin y el paisaje, si no Poussin y la naturaleza; el paisaje es lo que vemos y la naturaleza es lo que pensamos,
Pierre Rosenberg, historiador del arte, ex director del Louvre y comisario de la muestra 'Poussin y la naturaleza'
Después de ver en el MET de Nueva York la exposición Poussin y la naturaleza, nos quedamos realmente impactados, no solo por la calidad de la pintura, sino porque hay una extraña relación entre el trabajo del pintor francés y el nuestro; independientemente de lo artístico y lo cronológico, hay una parecida forma de plantear las imágenes, en las que además de lo que se ve, se produce la sensación de que hay algo mas, que hace falta un segunda mirada para descifrar un misterio, una ocultación, una demostración… de alguna manera, esos paisajes italianos de Poussin no son tan inocentes como se ven a simple vista, en la mayoría hay en tamaño menor, dentro de la exuberante vegetación, algún hecho violento, narrativo, que hace que la naturaleza sea otra realidad por encima de lo orgánico…
De esa misma manera el entorno tanto paisajístico como urbano en nuestras fotografías son "otra realidad" diferente a la que aparentemente se ve.
Esta inspiración en los últimos paisajes de Poussin nos permite continuar nuestra investigación de analizar como la violencia afecta al paisaje y como esta se puede reflejar en nuestras fotografías.
En Perú, donde estábamos trabajando unas fotos sobre exhumaciones de fosas comunes, producto de la violencia terrorista que asoló el país en los ochenta y noventa, nos centramos sobre todo en las fotos de las ropas de los niños inocentes asesinados que aparecían en las excavaciones. Estas ropas, telas tejidas amorosamente por sus madres, eran no solo los testigos en colores y formas de la violencia ejercida sobre los que habían arropado, sino que eran señales, pruebas imposibles de ocultar de crímenes salvajes, evidencias de la mayor degradación a la que un ser humano puede llegar. Incluso, ya no solo las ropas, los colores nos producían al verlos fuera de su contexto, fuera de su contenido en forma de ropa, signos distintivos de violencia. La violencia se había trasmitido a la ropa y de la ropa al color y de este al entorno. Paisajes heridos con solo la presencia de determinados colores. En los cuadros de Poussin los colores, rojo, azul cobalto, amarillo y naranja, eran los que vestían a los personajes que aparecen en sus naturalezas, personajes que habían sido testigo o participado en situaciones violentas. Esos colores básicos son los que hemos utilizado para tapar en nuestras
fotografías los cadáveres de las victimas de la violencia en los paisajes, tanto urbanos como naturales, escogidos. Poussin es un pintor críptico sus cuadros tiene que ir acompañados de un largo titulo una cartela para ser explicados, lo mismo que esta serie que presentamos y en los que acompañamos con una reseña del
hecho violento. Al principio de la serie hasta buscamos paisajes parecidos a los de Poussin en los que a lo largo de la historia hubiera pasado algún acto violento, resultaban muy
estéticos, muy clásicos, muy distantes, pudiéndose englobar en las tendencias de la fotografía próxima a la pintura, de la que nosotros en principio no queríamos
formar parte, por lo que fuimos actualizando los hechos y las localizaciones y al mismo tiempo limitando la presencia del espíritu Poussin a los colores básicos de
sus ropajes y estos marcando lugares de crímenes mas actuales, y no tan políticos, asesinatos pasionales, raciales, homofóbicos, fraticidas, ajustes de cuentas, etc.
En ese desprendimiento nos dimos cuenta que el mayor minimalismo estaba en el cielo de Lima, monótono, sin ningún dramatismo, nos aplanaba la foto, por lo que
en una vuelta de tuerca decidimos volver a los cuadros incorporando los cielos de Poussin que son tan importantes en sus composición y que dotan de una especial
significancia su obra. Fotografía y pintura se unen para dramatizar un hecho real trágico, sucedido en el punto exacto donde se sitúa el disparo, los cadáveres
dispuestos en su posición real semejantes a fardos se convierten en manchas de color que dominan la composición fotográfica, rojo, azul cobalto y naranja, los tres
colores prestados por Poussin.